SOBRE NOSOTROS


Acerca de los Adventistas del Séptimo Día
Los adventistas creen que la Trinidad consiste en tres personas, El Padre, El Hijo y el Espíritu Santo, los cuales forman un Dios. Dios hizo posible la salvación cuando Jesús, el Hijo, vino a la tierra en forma de bebe en Belén y vivió una vida sin pecado de acuerdo con la voluntad del Padre. Cuando Jesús fue crucificado por los pecados de todo el mundo y resucitó de la muerte el tercer día, la victoria fue ganada para todo el mundo.
Creencias Fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día
Los Adventistas del Séptimo Día aceptan la Biblia como su único credo y mantienen ciertas creencias fundamentales que están basadas en las Santas Escrituras. Estas creencias, como aquí están expresadas, constituyen como la iglesia expresa su entendimiento y compresión de las Escrituras. 

Creencias Fundamentales la Iglesia Adventista del Séptimo Día

Los Adventistas del Séptimo Día aceptan la Biblia como su único credo y sostienen ciertas creencias fundamentales como las enseñanzas de la Sagradas Escrituras. Estas creencias, según lo establecido aquí, constituyen la comprensión y expresión de la iglesia de la enseñanza de la Escritura. Pueden esperarse revisiones de estas declaraciones en una Sesión de la Asociación General cuando la iglesia es guiada por el Espíritu Santo a una comprensión más completa de la verdad de la Biblia o encuentra un lenguaje mejor en el cual expresar las enseñanzas de la Santa Palabra de Dios.


.La Deidad
Hay un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, una unidad de tres personas coeternas. Dios es inmortal, todopoderoso, omnisapiente, superior a todos y omnipresente. Es infinito y escapa a la comprensión humana, aunque se lo puede conocer por medio de su auto revelación. Es digno para siempre de reverencia, adoración y servicio por parte de toda la creación. (Deuteronomio 6:4; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Efesios 4:4-6; 1 Pedro 1:2; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 14:7).
.Dios El Padre
Dios, el Padre Eterno es el Creador, Originador, Sustentador y Soberano de toda la creación. Es justo y santo, misericordioso y clemente, tardo en airarse y abundante en amor y fidelidad. Las cualidades y las facultades del Padre se manifiestan también en el Hijo y en el Espíritu Santo. (Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1 Corintios 15:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:8; 1 Timoteo 1:17; Exodo 34:6-7; Juan 14:9)
.Dios El Hijo
Dios el Hijo Eterno se encarnó en Jesucristo. Por medio de él se crearon todas las cosas, se reveló el carácter de Dios, se llevó a cabo la salvación de la humanidad y se juzga al mundo. Aunque es verdadero y eternamente Dios, llegó a ser también verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la virgen María. Vivió y experimentó la tentación como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios. Mediante sus milagros manifestó el poder de Dios y éstos dieron testimonio de que era el prometido Mesías de Dios. Sufrió y murió voluntariamente en la cruz por nuestros pecados y en nuestro lugar, resucitó de entre los muertos y ascendió para ministrar en el Santuario celestial en favor de nosotros. Volverá otra vez en gloria para librar definitivamente a su pueblo y restaurar todas las cosas. (Juan 1:1-3, 14; Colosenses 1:15-19; Juan 10:30; 14:9; Romanos 6:23; 2 Corintios 5:17-19; Juan 5:22; Lucas 1:35; Filipenses 2:5-11; 1 Corintios 15:3-4; Hebreos 2:9-18; 8:1-2; Juan 14:1-3)
. Dios El Espiritu santo
Dios el Espíritu Eterno desempeñó una parte activa con el Padre y el Hijo en la creación, la encarnación y la redención. Inspiró a los autores de las Escrituras. Infundió poder a la vida de Cristo. Atrae y convence a los seres humanos, y renueva a los que responden y los transforma a la imagen de Dios. Enviado por el Padre y el Hijo para estar siempre con sus hijos, concede dones espirituales a la iglesia, la capacita para dar testimonio en favor de Cristo y, en armonía con las Escrituras, la guía a toda la verdad. (Génesis 1:1-2; Lucas 1:35; 4:18; Hechos 10:38; 2 Pedro 1:21; 2 Corintios 3:18; Efesios 4:11-12; Hechos 1:8; Juan 14:16-18, 26; 15:26-27; 16:7-13).
.La Creacion
Dios es el Creador de todas las cosas, y reveló en las Escrituras el relato auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días “los cielos y la tierra” y todo ser viviente que la habita, y reposó en el séptimo día de esa primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo conmemorativo de la terminación de su obra creadora. Hizo al primer hombre y la primera mujer a su imagen como corona de la creación, y les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado era “bueno en gran manera”, proclamando la gloria de Dios. (Génesis 1:2; Éxodo 20:8-11; Salmos 19:1-6; 33:6, 9; 104; Hebreos 11:3).
.La Naturaleza Humana
Dios hizo al hombre y la mujer a su imagen, con individualidad propia, y con la facultad y la libertad de pensar y obrar. Aunque los creó como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu, que depende de Dios para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de él y cayeron de la elevada posición que ocupaban bajo el gobierno de Dios. La imagen de Dios en ellos se desfiguró y quedaron sujetos a la muerte. Sus descendientes participan de esta naturaleza caída y de sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias hacia el mal. Pero Dios, en Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo y, por medio de su Espíritu Santo, restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados para la gloria de Dios, se los llama a amarlo a él y a amarse mutuamente, y a cuidar del ambiente que los rodea. (Génesis 1:26-28; 2:7; Salmos 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmos 51:5; Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19-20; Salmos 51:10; 1 Juan 4:7-8, 11, 20; Génesis 2:15).
.El Gran Conflicto
Toda la humanidad está ahora envuelta en un gran conflicto entre Cristo y Satanás en cuanto al carácter de Dios, su ley y su soberanía sobre el universo. Este conflicto se originó en el cielo cuando un ser creado, dotado de libre albedrío, se exaltó a sí mismo y se convirtió en Satanás, el adversario de Dios, e condujo a la rebelión a una parte de los ángeles. Satanás introdujo el espíritu de rebelión en este mundo cuando indujo a Adán y a Eva a pecar. El pecado humano produjo como resultado la distorsión de la imagen de Dios en la humanidad, el trastorno del mundo creado y, posteriormente, su completa devastación en ocasión del diluvio universal. Observado por toda la creación, este mundo se convirtió en el campo de batalla del conflicto universal, a cuyo término el Dios de amor quedará finalmente vindicado. Para ayudar a su pueblo en este conflicto, Cristo envía al Espíritu Santo y los ángeles leales para guiarlo, protegerlo y sostenerlo en el camino de la salvación. (Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Génesis 3; Romanos 1:19-32; 5:12-21; 8:19-22; Génesis 6:8; 2 Pedro 3:6; 1 Corintios 4:9; Hebreos 1:14.
.La Vida,muerte y resurreccion de Cristo
Mediante la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, y en sus sufrimientos, su muerte y su resurrección, Dios proveyó el único medio para expiar el pecado humano, de manera que los que por fe aceptan esta expiación puedan tener vida eterna, y toda la creación pueda comprender mejor el infinito y santo amor del Creador. Esta expiación perfecta vindica la justicia de la ley de Dios y la benignidad de su carácter; porque no solo condena nuestro pecado sino también nos garantiza nuestro perdón. La muerte de Cristo es vicaria y expiatoria, reconciliadora y transformadora. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte a los que aceptan la expiación. Ella declara el señorío de Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla en el Cielo y en la Tierra. (Juan 3:16; Isaias 53; 1 Pedro 2:21-22; 1 Corintios 15:3-4, 20-22; 2 Corintios 5:14-15, 19-21; Romanos 1:4; 3:25; 4:25; 8:3-4; 1 Juan 2:2; 4:10; Colosenses 2:15; Filipenses 2:6-11).
.La experiencia de la salvacion
Con amor y misericordia infinitos Dios hizo que Cristo, que no conoció pecado, fuera hecho pecado por nosotros, para que nosotros pudiésemos ser hechos justicia de Dios en él. Guiados por el Espíritu Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de nuestras transgresiones, y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como sustituto y ejemplo. Esta fe que acepta la salvación nos llega por medio del poder divino de la Palabra y es un don de la gracia de Dios. Mediante Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios y librados del dominio del pecado. Por medio del Espíritu nacemos de nuevo y somos santificados; el Espíritu renueva nuestras mentes, graba la ley de amor de Dios en nuestros corazones y nos da poder para vivir una vida santa. Al permanecer en él somos participantes de la naturaleza divina y tenemos la seguridad de la salvación ahora y en ocasión deljuicio. (2 Corintios 5:17-21; Juan 3:16; Gálatas 1:4; 4:4-7; Tito 3:3-7; Juan 16:8; Gálatas 3:13-14; 1 Pedro 2:21-22; Romanos 10:17; Lucas 17:5; Marcos 9:23-24; Efesios 2:5-10; Romanos 3:21-26: Colosenses 1:13-14; Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26; Juan 3:3-8; 1 Pedro 1:23; Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2 Pedro 1:3-4; Romanos 8:1-4; 5:6-10).
.Crecer en Cristo
Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal por su muerte en la cruz. Quien subyugó los espíritus demoníacos durante su ministerio terrenal, quebrantó su poder y aseguró su destrucción definitiva. La victoria de Jesús nos da la victoria sobre las fuerzas malignas que todavía buscan controlarnos y nos permite andar con él en paz, gozo y la certeza de su amor. El Espíritu Santo ahora mora dentro de nosotros y nos da poder. Al estar continuamente comprometidos con Jesús comonuestro Salvador y Señor, somos librados de la carga de nuestros actos pasados. Ya no vivimos en la oscuridad, el temor a los poderes malignos, la ignorancia ni la falta de sentido de nuestra antigua manera de vivir. En esta nueva libertad en Jesús, somos invitados a desarrollarnos en semejanza a su carácter, en comunión diaria con él por medio de la oración, alimentándonos con su Palabra, meditando en ella y en su providencia, cantando alabanzas a él, reuniéndonos para adorar y participando en la misión de la iglesia. Al darnos en servicio amante a quienes nos rodean y al testificar de la salvación, la presencia constante de Jesús por medio del Espíritu transforma cada momento y cada tarea en una experiencia espiritual.(Salmos 1:1, 2; 23:4; 77:11-12; Colosenses 1:13-14; 2:6, 14-15; Lucas 10:17-20; Efesios 5:19-20; 6:12-18; 1 Tesalonicenses 5:23; 2 Pedro 2:9; 3:18; 2 Corintios 3:17-18; Filipenses 3:7-14; 1 Tesalonicenses 5:16-18; Mateo 20:25-28; Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38-39; 1 Juan 4:4; Hebreos 10:25).
.La Iglesia
La iglesia es la comunidad de creyentes que confiesan que Jesucristo es Señor y Salvador. Como continuadores del pueblo de Dios del Antiguo Testamento, se nos invita a salir del mundo; y nos reunimos para adorar, para estar en comunión unos con otros, para recibir instrucción en la Palabra, para la celebración de la Cena del Señor, para servir a toda la humanidad y para proclamar el evangelio en todo el mundo. La iglesia recibe su autoridad de Cristo, que es la Palabra encarnado, y de las Escrituras, que son la Palabra escrita. La iglesia es la familia de Dios; somos adoptados por él como hijos, vivimos sobre la base del nuevo pacto. La iglesia es el cuerpo de Cristo, es una comunidad de fe, de la cual Cristo mismo es la cabeza. La iglesia es la esposa por la cual Cristo murió para poder santificarla y purificarla. Cuando regrese en triunfo, él presentará a sí mismo una iglesia gloriosa, los fieles de todas las edades, adquiridos por su sangre, una iglesia sin mancha, ni arruga, sino santa y sin defecto. (Génesis 12:3; Hechos 7:38; Efesios 4:11-15; 3:8-11; Mateo 28:19-20; 16:13-20; 18:18; Efesios 2:19-22; 1:22-23; 5:23-27; Colosenses 1:17-18).
.El remanente y su mision
La iglesia universal está compuesta de todos los que creen verdaderamente en Cristo; pero en los últimos días, una época de apostasía generalizada, se llamó a un remanente para que guarde los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Este remanente anuncia la llegada de la hora del juicio, proclama la salvación por medio de Cristo y pregona la proximidad de su segunda venida. Esta proclamación está simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14; coincide con la hora del juicio en los cielos y, como resultado, se produce una obra de arrepentimiento y reforma en la Tierra. Se invita a todos los creyentes a participar personalmente en este testimonio mundial. (Apocalipsis 12:17; 14:6-12; 18:1-4; 2 Corintios 5:10; Judas 3, 14; 1 Pedro 1:16-19; 2 Pedro 3:10-14; Apocalipsis 21:1-14).
.La unidad en el cuerpo de Cristo
La iglesia es un cuerpo constituido por muchos miembros, llamados de entre todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. En Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, y las diferencias entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, hombres y mujeres, no deben causar divisiones entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos unió en comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas. Por medio de la revelación de Jesucristo en las Escrituras, participamos de la misma fe y la misma esperanza, y damos a todos un mismo testimonio. Esta unidad tiene sus orígenes en la unicidad del Dios triuno, que nos adoptó como hijos suyos. (Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Mateo 28:19-20; Salmos 133:1; 2 Corintios 5:16-17; Hechos 17:26-27; Gálatas 3:27, 29; Colosenses 3:10-15; Efesios 4:14-16; 4:1-6; Juan 17:20-23).
.El Bautismo
Por medio del bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, y damos testimonio de nuestra muerte al pecado y de nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo reconocemos a Cristocomo nuestro Señor y Salvador, llegamos a ser su pueblo y somos recibidos comomiembros de su iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo,del perdón de nuestros pecados y de nuestro recibimiento del Espíritu Santo. Se realiza por inmersión en agua, y depende de una afirmación de fe en Jesús y de la evidencia de arrepentimiento del pecado. Sigue a la instrucción en las Sagradas Escrituras y a la aceptación de sus enseñanzas. (Romanos 6:1-6; Colosenses 2:12-13; Hechos 16:30-33; 22:16; 2:38; Mateo 28:19-20).
.La Cena del Señor
La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como expresión de fe en él, nuestro Señor y Salvador. Cristo está presente en esta experiencia de comunión para encontrarse con su pueblo y fortalecerlo. Al participar de la Cena, proclamamos gozosamente la muerte del Señor hasta que venga. La preparación para la Cena incluye un examen de conciencia, el arrepentimiento y la confesión. El Maestro ordenó el servicio dellavamiento de los pies para denotar una renovada purificación, para expresar la disposición a servirnos mutuamente en humildad cristiana, y para unir nuestros corazones en amor. El servicio de comunión está abierto a todos los creyentes cristianos. (1 Corintios 10:16-17; 11:23-30; Mateo 26:17-30; Apocalipsis 3:20; Juan 6:48-63; 13:1-17).
.Los dones y ministerios espirituales
Dios concede a todos los miembros de su iglesia, en todas las épocas, dones espirituales para que cada miembro los emplee en amante ministerio por el bien común de la iglesia y de la humanidad. Concedidos mediante la operación delEspíritu Santo, quien los distribuye entre cada miembro según su voluntad, los dones proveen todos los ministerios y habilidades que la iglesia necesita para cumplir sus funciónes divinamente ordenadas. De acuerdo con las Escrituras, estos dones incluyen ministerios —tales como fe, sanidad, profecía, predicación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión, servicio abnegado y caridad—, para ayudar y animar a nuestros semejantes. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para ejercer funciones reconocidas por la iglesia en los ministerios pastorales, de evangelización, apostólicos y de enseñanza, particularmente necesarios con el fin de equipar a los miembros para el servicio, edificar a la iglesia con el objeto de que alcance la madurez espiritual, y promover la unidad de la fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean estos dones espirituales como fieles mayordomos de la multiforme gracia de Dios, la iglesia queda protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece gracias a un desarrollo que procede de Dios, y se edifica en la fe y el amor. (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:9-11, 27-28; Efesios 4:8, 11-16; Hechos 6:1-7; 1 Timoteo 3:1-13; 1 Pedro 4:10-11).
.El don de profecia
Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una señal identificadora de la iglesia remanente y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una permanente y autorizada fuente de verdad que proporciona consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia. Ellos también establecen con claridad que la Biblia es la norma por la cual debe ser probada toda enseñanza y toda experiencia. (Joel 2:28-29; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; 19:10).
.La Ley de Dios
Los grandes principios de la ley de Dios están incorporados en los Diez Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor, la voluntad y el propósito de Dios con respecto a la conducta y a las relaciones humanas, y son obligatorios para todas las personas en todas las épocas. Estos preceptos constituyen la base del pacto de Dios con su pueblo y son la norma deljuicio divino. Por medio de la obra del Espíritu Santo, señalan el pecado y despiertan el sentido de la necesidad de un Salvador. La salvación es totalmente por la gracia y no por las obras, pero su fruto es la obediencia a los mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter cristiano y da comoresultado una sensación de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor al Señor y de nuestra preocupación por nuestros semejantes. La obediencia por fe demuestra el poder de Cristo para transformar vidas y, por lo tanto, fortalece el testimonio cristiano. (Éxodo 20:1-17; Salmos 40:7-8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio 28:1-14; Mateo 5:17-20; Hebreos 8:8-10; Juan 15:7-10; Efesios 2:8-10; 1 Juan 5:3; Romanos 8:3-4; Salmos 19:7-14)
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El bondadoso Creador, después de los seis días de la creación, descansó el séptimo día, e instituyó el sábado para todos los hombres como un monumento conmemorativo de la Creación. El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del séptimo día, sábado, como día de reposo, adoración y ministerio en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado. El sábado es un día de agradable comunión con Dios y con nuestros hermanos. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de nuestra santificación, una demostración de nuestra lealtad y una anticipación de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua delpacto eterno entre él y su pueblo. La gozosa observancia de este tiempo sagrado de una tarde a la otra tarde, de la puesta de sol a la puesta de sol, es una celebración de la obra creadora y redentora de Dios. (Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaias 56:5-6; 58:13-14; Mateo 12:1-12; Éxodo 31:13-17; Ezequiel 20:12, 20; Hebreos 4:1-11; Deuteronomio 5:12-15; Levíticos 23:32; Marcos 1:32)
.La mayordomia
Somos mayordomos de Dios, a quienes se nos ha confiado tiempo y oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus recursos. Y somos responsables ante él por el empleo adecuado de todas esas dádivas. Reconocemos el derecho de propiedad por parte de Dios mediante nuestro servicio fiel a él y a nuestros semejantes, y mediante la devolución de los diezmos y las ofrendas que damos para la proclamación de su evangelio y para el sostén y desarrollo de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que Dios nos ha concedido para que crezcamos en amor y para que logremos la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo fiel se regocija por las bendiciones que reciben los demás como fruto de su fidelidad. (Génesis 1:26-28; 2:15; 1 Crónicas 29:14; Hageo 1:3-11; Malaquias 3:8-12; 1 Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; 2 Corintios 8:1-15; Romanos 15:26-27)
.La conducta Cristiana
Somos llamados a ser un pueblo piadoso que piense, sienta y actúe en armonía con los principios del cielo. Para que el Espíritu recree en nosotros el carácter de nuestro Señor, nos involucramos solo en aquellas cosas que producirán en nuestra vida pureza, salud y gozo cristiano. Esto significa que nuestras recreaciones y nuestros entretenimientos estarán en armonía con las más elevadas normas de gusto y belleza cristianos. Si bien reconocemos las diferencias culturales, nuestra vestimenta debiera ser sencilla, modesta y de buen gusto, como corresponde a aquellos cuya verdadera belleza no consiste en el adorno exterior, sino en el inmarcesible ornamento de un espíritu apacible y tranquilo. Significa también que, puesto que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, debemos cuidarlos inteligentemente. Junto con la práctica adecuada del ejercicio y el descanso, debemos adoptar un régimen alimentario lo más saludable posible, y abstenernos de los alimentos inmundos, identificados como tales en las Escrituras. Como las bebidas alcohólicas, el tabaco y el uso irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestros cuerpos, debemos también abstenernos de ellos. En cambio, debemos empeñarnos en todo lo que ponga nuestros pensamientos y nuestros cuerpos en armonía con la disciplina de Cristo, quien quiere que gocemos de salud, de alegría y de todo lo bueno. (Romanos 12:1-2; 1 Juan 2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2 Corintios 10:5; 6:14 - 7:1; 1 Pedro 3:1-4; 1 Corintios 6:19-20; 10:31; Leviticos 11:1-47; 3 Juan 2)
.El matrimonio y la familia
El matrimonio fue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús para que fuera una unión para toda la vida entre un hombre y una mujer, en amante compañerismo. Para el cristiano, el matrimonio es un compromiso con Dios y con el cónyuge, y debiera celebrarse solo entre personas que participan de la misma fe. El amor mutuo, el honor, el respeto y la responsabilidad constituyen la estructura de esa relación, que debe reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la perdurabilidad de la relación que existe entre Cristo y su iglesia. Con respecto al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia, a menos que sea por causa de relaciones sexuales ilícitas, y se casa con otra persona, comete adulterio. Aunque algunas relaciones familiares estén lejos de ser ideales, los consortes que se dedican plenamente el uno al otro pueden, en Cristo, lograr una amorosa unidad gracias a la dirección del Espíritu y a la instrucción de la iglesia. Dios bendice a la familia y quiere que sus miembros se ayuden mutuamente hasta alcanzar la plena madurez. Los padres deben criar a sus hijos para que amen y obedezcan al Señor. Deben enseñarles, mediante el precepto y el ejemplo, que Cristo disciplina amorosamente, que siempre es tierno, que se preocupa por sus criaturas, y que quiere que lleguen a ser miembros de su cuerpo, la familia de Dios. Una creciente intimidad familiar es uno de los rasgos característicos del último mensaje evangélico. (Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; Juan 2:1-11; 2 Corintios 6:14; Efesios 5:21-33; Mateo 5:31-32; Marcos 10:11-12; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:10-11; Exodo 20:12; Efesios 6:1-4; Deuteronomio 6:5-9; Proverbios 22:6; Malaquias 4:5, 6).
.El ministerio de Cristo en Santuario Celestial
Hay un santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre. En él ministra Cristo en favor de nosotros, para poner a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Cristo llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844, al concluir el período profético de los 2.300 días, inició la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Esta obra es un juicio investigador, que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el Día de la Expiación. En el servicio simbólico, el santuario se purificaba mediante la sangre de los sacrificios de animales, pero las cosas celestiales se purifican mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador revela a las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo, siendo, por lo tanto, considerados dignos, en él, de participar en la primera resurrección. También torna de manifiesto quién, de entre los vivos, permanece en Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, estando, por lo tanto, en él, preparado para ser trasladado a su reino eterno. Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que los que permanecieron leales a Dios recibirán el reino. La conclusión de este ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de prueba otorgado a los seres humanos antes de su segunda venida. (Hebreos 8:1-5; 4:14-16; 9:11-28; 10:19-22; 1:3; 2:16-17; Daniel 7:9-27; 8:13-14; 9:24-27; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Levíticos 16; Apocalipsis 14:6-7; 20:12: 14:12; 22:12).
.La segunda venida de Cristo
La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran culminación del evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y de alcance mundial. Cuando el Señor regrese, los justos muertos resucitarán y, junto con los justos que estén vivos, serán glorificados y llevados al cielo, pero los impíos morirán. El hecho de que la mayor parte de las profecías esté alcanzando su pleno cumplimiento, unido a las actuales condiciones del mundo, nos indica que la venida de Cristo es inminente. El momento cuando ocurrirá este acontecimiento no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en todo tiempo. (Tito 2:13; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; Mateo 24:14; Apocalipsis 1:7; Mateo 24:43-44; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:51-54; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8; Apocalipsis 14:14-20; 19:11-21; Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6).
.La muerte y la resurreccion
La paga del pecado es la muerte. Pero Dios, el único que es inmortal, otorgará vida eterna a sus redimidos. Hasta ese día, la muerte constituye un estado de inconsciencia para todos los que han fallecido. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados, todos juntos serán arrebatados para salir al encuentro de su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los impíos, ocurrirá mil años después. (Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:5-6; Salmos 146:3-4; Juan 11:11-14; Colosenses 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:1-10
.El milenio y fin del pecado
El milenio es el reino de mil años de Cristo con sus santos en el cielo, que se extiende entre la primera y la segunda resurrección. Durante ese tiempo serán juzgados los impíos; la tierra estará completamente desolada, sin habitantes humanos con vida, pero sí ocupada por Satanás y sus ángeles. Al terminar ese período, Cristo y sus santos y la Santa Ciudad, descenderán del Cielo a la Tierra. Los impíos muertos resucitarán entonces y, junto con Satanás y sus ángeles, rodearán la ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la Tierra. De ese modo el universo será librado del pecado y de los pecadores para siempre. (Apocalipsis 20; 1 Corintios 6:2-3; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-5; Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18-19).
.La Tierra nueva
En la Tierra Nueva, en que habita la justicia, Dios proporcionará un hogar eterno para los redimidos y un ambiente perfecto para la vida, el amor, el gozo y el aprendizaje eternos en su presencia. Porque allí Dios mismo morará con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte terminarán para siempre. El gran conflicto habrá terminado y el pecado no existirá más. Todas las cosas, animadas e inanimadas, declararán que Dios es amor; y él reinará para siempre jamás. Amén. (2 Pedro 3:13; Isaías 35; 65:17-25; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7; 22:1-5; 11:15)