viernes, 12 de octubre de 2012

El Arrepentimiento

Apreciado amigo:

¿Sabías que la mayor parte de tus sufrimientos y sinsabores no proviene del exterior, sino que se origina dentro de ti mismo?  Tus malos pensamientos y tus obras equivocadas dejan un sabor amargo en ti, y hacen que tu conciencia se convierta en una espina punzante que no te da reposo ni de día ni de noche.  Así los días suelen ser intranquilos y las noches largas.  La causa de esta situación anormal puede hallarse en los problemas que se originan a veces entre los seres humanos, o puede radicar en el pecado cometido contra Dios.

Mientras exista esta situación, en tu corazón no tendrás tranquilidad ni alegría.  Tu vida carecerá de incentivo.  La felicidad será algo lejano y desconocido.  En esas circunstancias cobran actualidad las palabras de la Biblia: "Estoy en angustia, se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.  Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido” (Salmo 31:9-10).

Millones de personas viven en esta penosa situación.  Pero es menester que te liberes de ella.  Pues mientras el pecado siga gravitando en tu conciencia y ensombreciendo tu vida, no se vive de verdad.  Y lo confieses o no, íntimamente no te sentirás feliz.
A veces el hombre se aferra a sus debilidades y su pecado, y no solamente trata de ocultarlos y sostenerlos, sino hasta pretende justificarlos.

En los días del Pentecostés, Pedro presentó claramente el pecado del pueblo y demostró la necesidad de ordenar la vida para así poder ser salvos.  El apóstol no hablaba a grandes malhechores, cargados de negros pecados, ni se dirigía a quienes se hubiesen manchado las manos con sangre o se hubiesen apropiado de lo ajeno, o hubiesen, en fin, cometido delitos que no son los únicos que a veces suelen impresionarnos.  Hablaba a quienes se consideraban a sí mismos religiosos y creyentes en Dios.  Cuando los compungidos de corazón ante las palabras que habían escuchado, preguntaron: "Varones, hermanos, ¿qué haremos?” Pedro contestó: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37-38).

Sólo de esta manera podían recibir el perdón de los pecados.  Es que todos los seres humanos somos pecadores, todos tenemos que pasar por el proceso presentado por el apóstol, es decir por el arrepentimiento.  Es la puerta que abre el camino a la eternidad. Es lo único que puede ofrecerte la posibilidad de liberarte de las cargas de la vida, de la tristeza, del dolor y del pecado.  Pero la Biblia habla del arrepentimiento y de remordimiento.  Porque entre lo uno y lo otro hay una diferencia fundamental.
Remordimiento fue lo que experimentó Judas después de haber traicionado a Jesús.  Su pesar no era saludable.  No se sintió compungido por lo que había hecho, sino que estaba horrorizado por las consecuencias que le sobrevendrían, fue de angustia hasta que por fin se quitó la vida.  Esto es lo que el apóstol llama "la tristeza del mundo", vale decir, que el remordimiento es de origen humano, y sólo "produce muerte" (2 Corintios 7:10).

Pero hay otro dolor que es según Dios, y que como la Biblia lo dice, obra "arrepentimiento para salvación".  El arrepentimiento es una profunda pena por el mal cometido, y conduce al abandono de ese mal.  David en su propia experiencia dijo: "Por tanto, confesaré mi maldad, y me contristaré por mi pecado" (Salmo 38:18).  Así, pues, el arrepentimiento es un profundo pesar por el pecado cometido en el pasado, y un sincero deseo de librarse de él y de vivir una vida mejor.  Este sentimiento conduce a confesarle a Dios las malas obras cometidas y a vivir con su ayuda, una vida nueva.

Si tú lo experimentas, el arrepentimiento significa una nueva existencia.  Implica comenzar un camino completamente nuevo y en dirección contraria a aquel cuando vivías en pecado.  ¿Que es difícil vivir una vida santificada?  ¿Que después de haber  hecho el mal durante muchos años cuesta hacer el bien?  Es verdad, y sería tarea completamente imposible si no contaras más que con tu propia fuerza o tu voluntad, pero el Señor te ofrece la ayuda de todo su poder y toda su fuerza.  Su presencia estará muy cerca de ti, y si quieres que él inicie el camino hacia el cielo después de haber entrado por la puerta del arrepentimiento.

Si el cielo dio a su Hijo para que muriera en la cruz a fin de salvarte, si realizó el sacrificio máximo ¿cómo no ha de estar junto a ti en los momentos en que lo necesites?  El apóstol Pablo, que había seguido los caminos del mal hasta que el arrepentimiento llamó a su corazón, y que vivió luego una vida ejemplar, dice: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13).

Cuando el Señor llame a tu corazón, debes abrirlo.  Y en este momento la Biblia te dice: "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones" (Hebreos 3:7-8).  Endurecer el corazón cuando el arrepentimiento llama es sumamente peligroso, pues puede producirse lo que la Biblia llama el pecado imperdonable. Dijo el Señor Jesucristo: "Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, mas la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada".  (Mateo 12:31).
Dios es misericordioso, pero también es cierto que no tolera el pecado.  Él te da toda clase de oportunidades y te ofrece su ayuda para librarte del mal.

Dios no desea tu perdición.  Lo que él espera es que dejes los caminos del error y marches por los suyos, rectos y ascendentes.  El Señor anhela librarte de la esclavitud del pecado y asfixia de tu conciencia.

Él te llama al arrepentimiento. ¿Abrirás tu corazón?   Busca mas en este lugar--------------->

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