Descubra 11:Un Salvador Presente

Cuando un joven escocés llamado Pedro Marshall se encontraba perdido en una ciénaga, cerca de Bamburg, en una noche muy oscura, Dios lo llamó por su nombre; "¡Pedro!" Cuando la voz celestial lo llamó de nuevo, Pedro se detuvo en su camino, miró hacia abajo, y descubrió que estaba a un paso de resbalarse en una cantera de piedra caliza abandonada.
1. ACCESO ILIMITADO A JESÚS
Aunque
no lo crea, podemos acercarnos más a Jesús que si él estuviera viviendo
con nosotros en forma visible. Tener personalmente a Cristo en nuestra
ciudad sería maravilloso, por supuesto, pero piense en las grandes
multitudes que se apretujarían para verlo de cerca. Piense lo ocupado
que estaría. Nos sentiríamos muy afortunados si pudiéramos tener unos
minutos de conversación con él en toda su vida.
Pero
Cristo desea cultivar una relación personal con cada uno de nosotros.
Esa es la razón por la que dejó esta tierra para ministrar en forma
especial desde el cielo. Allí Jesús no está limitado a un solo lugar
como cuando vivía en la tierra. A través del Espíritu Santo, él está muy
cerca de cada persona que se lo pida, para guiarla en forma individual.
¿Qué animadora promesa le hizo Jesús a sus seguidores poco antes de ascender al cielo?
"YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, hasta el fin del mundo?" -- S. Mateo 28:20.
(A menos que se indique algo diferente, los textos bíblicos en esta
Guía de Estudio son de la versión Reina-Valera revisada en 1960).
¿Qué hace Jesús en el cielo que posibilita que "esté siempre con nosotros"?

Jesús es nuestro representante en el
cielo porque "tentado en todo según nuestra semejanza", puede
compadecerse "de nuestras debilidades" y nos da su gracia y "oportuno
socorro". Con Jesús como sumo sacerdote ya no existe la distancia con el
cielo.
¿Qué lugar ocupa Jesús en el cielo?
"Pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por
los pecados, se ha sentado A LA DIESTRA DE DIOS". -- Hebreos 10:12.
El Cristo que nos comprende es nuestro representante personal ante el trono, "a la diestra de Dios".
¿Cómo se preparó Jesús para ser nuestro sacerdote?
"Por
lo cual debía ser en todo semejante a sus HERMANOS, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para
expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo
tentado, ES PODEROSO PARA SOCORRER a los que son tentados". -- Hebreos
2:17-18.
Nuestro "hermano", que fue "tentado"
como nosotros, es ahora nuestro Sumo Sacerdote, a la diestra del Padre.
"En todo semejante", sufrió la angustia del hambre, la sed, la
tentación. Él también sintió la necesidad de simpatía y comprensión.
Pero
por sobre todo, Jesús está calificado para ser nuestro Sumo Sacerdote
porque él murió en "para expiar" nuestros pecados. Pagó el precio de
nuestros pecados muriendo en nuestro lugar. Este es el evangelio, las
Buenas Nuevas, para que todos los seres humanos en dondequiera y para
siempre.
Uno de nuestros pastores nos contó esta
experiencia: "Cuando nuestra hija menor tenía tres años, no de sus dedos
quedó atrapado en una silla plegable y se le astilló el hueso. Cuando
la llevábamos al doctor, sus gritos de dolor desgarraban nuestro
corazón. Pero en forma especial nos conmovió lo que dijo nuestra hijita
de cinco años. Nunca olvidaré sus palabras después que el doctor atendió
a su hermanita. Sollozando, dijo: '¡Oh, papá, hubiera deseado que fuera
mi dedo'!"
Cuando la humanidad fue aplastada por el
pecado y condenada a morir eternamente, Jesús dijo: "¡Padre, cuánto
deseo que me hubiera sucedido a mí!" Y el Padre complació su deseo, con
la muerte en la cruz. Nuestro Salvador experimentó toda la agonía y todo
el tormento que cualquiera de nosotros hubiera podido sufrir, y mucho
más.
2. EL EVANGELIO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

¿Qué propósito tenía Dios en mente cuando dio a Moisés las instrucciones para construir el santuario?
"Y harán un santuario para mí, y HABITARÉ EN MEDIO DE ELLOS". -- Éxodo 25:8.
El
pecado causó una trágica separación entre los seres humanos y su
Creador. El santuario fue la forma en que Dios mostró cómo él podía
vivir de nuevo entre sus criaturas. Ilustraba su plan de salvación.
El
santuario, y más tarde el templo, llegaron a ser el centro de la vida
religiosa y la adoración en los tiempos del Antiguo Testamento. Cada
mañana y cada tarde el pueblo de Israel se reunía alrededor del
santuario y establecía contacto con Dios por medio de la oración (S.
Lucas 1:9, 10), reclamando la promesa divina: "donde me encontraré
contigo" (Éxodo 30:6).
El Antiguo Testamento enseña
el mismo evangelio de salvación que el Nuevo Testamento. Ambos señalan a
Jesús muriendo por nosotros y ministrando como Sumo Sacerdote en el
santuario celestial.
3. EL MINISTERIO DE JESÚS POR NOSOTROS REVELADO EN EL SANTUARIO
El
santuario y sus servicios revelan lo que Jesús está haciendo ahora por
nosotros en el santuario celestial. Los capítulos 25 al 40 de Éxodo
describen los servicios y ceremonias del santuario del desierto con todo
detalle. Un breve resumen de su mobiliario aparece en el Nuevo
Testamento, con las siguientes palabras:

El santuario
tenía dos compartimentos: el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Frente
al santuario había un atrio, o patio, donde estaba el altar de bronce
sobre el cual los sacerdotes ofrecían los sacrificios. También había una
fuente en la que se lavaban.
Los sacrificios que se ofrecían en el altar de bronce simbolizaban a Jesús, "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (S. Juan 1:29). Cuando
el pecador arrepentido se acercaba al altar con su sacrificio y
confesaba sus pecados, era limpiado. De la misma manera, el pecador de
hoy, obtiene perdón y limpieza por medio de la sangre de Jesús (1. S.
Juan 1:9).

El segundo compartimento, o
Lugar Santísimo, contenía el arca de oro del pacto, que simbolizaba el
trono de Dios; su cubierta de expiación, o trono de misericordia,
representaba la intercesión de Cristo, nuestro sumo Sacerdote, en favor
de los seres humanos pecadores que habían quebrantado la ley de Dios.
Las dos tablas de piedra en las cuales Dios escribió con su dedo los
Diez Mandamientos, eran guardadas dentro del arca. Los querubines de oro
estaban uno a cada lado de la cubierta del arca. Una luz gloriosa
brillaba entre estos dos querubines, símbolo de la presencia de Dios.
Una
cortina ocultaba el Lugar Santo de las miradas del pueblo cuando los
sacerdotes ministraban para ellos en el atrio. Una segunda cortina que
separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, ocultaba este lugar de la
mirada de los sacerdotes que entraban a ministrar diariamente en el
primer compartimento.
Cuando Jesús murió, ¿qué sucedió con esta cortina?

Cuando
Cristo murió el Lugar Santísimo quedó expuesto, simbolizando que
después de su muerte no hay ningún impedimento entre el Dios santo y el
pecador sincero. Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, nos introduce a la misma
presencia de su Padre (Hebreos 10:19-22). Tenemos acceso al recinto del
trono celestial porque nuestro Salvador está a la diestra de Dios.
Jesús nos invita y nos capacita para llegar al corazón de amor del
Padre.
4. UNA REVELACIÓN DEL CRISTO QUE MURIÓ PARA SALVARNOS
4. UNA REVELACIÓN DEL CRISTO QUE MURIÓ PARA SALVARNOS
Así
como el santuario terrenal simbolizaba al santuario celestial, también
los servicios que se realizaban allí son "una figura y sombra de las
cosas celestiales" (Hebreos 8:5). Pero hay una sorprendente diferencia:
los sacerdotes que servían en el santuario terrenal no podían perdonar
pecados, pero en la cruz Jesús "se presentó una vez para siempre por el
sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado" (Hebreos
9:26).
El libro de Levítico, en el Antiguo
Testamento, describe en detalle los servicios del santuario. Las
ceremonias rituales se dividían en dos partes: los servicios diarios y
los servicios anuales.
En los servicios diarios, los
sacerdotes ofrecían sacrificios por los individuos y por toda la
congregación. Cuando alguien pecaba, traía un animal perfecto como
ofrenda por el pecado, ponía "su mano sobre la cabeza de la ofrenda de
la expiación", y la degollaba "en el lugar del holocausto" (Levítico
4:29). La culpabilidad del pecador era transferida al animal inocente,
poniendo las manos sobre él y confesando el pecado. El animal era
sacrificado y su sangre derramada, porque señalaba el sacrificio supremo
que Cristo haría sobre la cruz, donde tomaría nuestra culpabilidad. El
perfecto y sin pecado, se haría "pecado por nosotros" (2 Corintios
5:21).
5. ¿POR QUÉ LA SANGRE?

Cuando
Jesús vertió su sangre en la cruz, él estaba ofreciendo su perfecta
obediente vida como un substituto por nuestros pecados. Cuando el Padre y
el Hijo fueron separados en el Calvario, el Padre apartó su rostro en
angustia y el Hijo murió con el corazón quebrantado. Dios el Hijo entró
en la historia para llevar sobre sí mismo las consecuencias del pecado y
demostrar cuán trágica la iniquidad realmente es. Él pudo entonces
perdonar a los pecadores sin quitarle importancia al pecado.
6. UNA REVELACIÓN DE JESÚS: VIVE PARA SALVARNOS
¿Cuál es la obra diaria de Jesús en el santuario celestial?
"Por
lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acerca a
Dios, VIVIENDO SIEMPRE PARA INTERCEDER por ellos". -- Hebreos 7:25.
Jesús
ahora presenta su sangre, su sacrificio, en favor nuestro. Trabaja
diligentemente para salvar a cada ser humano de la tragedia del pecado.
Algunos creen erróneamente que, como nuestro Intercesor, Jesús implora a
un Dios renuente que nos perdone. Pero lo cierto es que el Padre acepta
gozosamente el sacrificio de su Hijo en nuestro favor. Ambos trabajan
juntos para que haya una reconciliación.

Jesús
dio su vida por cada persona que haya vivido alguna vez en este mundo. Y
ahora, como Sumo Sacerdote, o Mediador, apela al ser humano a aceptar
su muerte por sus pecados. Aunque reconcilió al mundo caído por medio de
la cruz, no nos puede salvar a menos que aceptemos su gracia. No nos
perderemos porque somos pecadores, sino porque rehusemos aceptar el
perdón que Cristo ofrece.
El pecado destruyó la
relación íntima que Adán y Eva disfrutaron una vez con Dios, pero Jesús,
como el Cordero de Dios, murió para libertar a la humanidad del pecado y
restaurar la amistad perdida. ¿Ha descubierto usted como su Sumo
Sacerdote a Aquel que vive para siempre para que esa relación sea
estrecha y vibrante?
La muerte expiatoria de
Cristo es única. Su ministerio celestial: incomparable. Solamente él
hace posible que el Espíritu divino viva en nuestros corazones. Hizo
todo por nosotros y merece que nosotros hagamos un compromiso con él.
Aceptemos a Jesús completamente como el Salvador y Señor de nuestra
vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario